Una feliz coordenada a la que regreso siempre que me quiero inspirar

Hay momentos en que necesitas soplar vida nueva en tus sueños y cuando eso ocurre cambias el esquema mental, determinas ir hacia delante y hasta consideras que la mejor parte de tu vida aún está frente a ti.

En tu interior hay algo cálido que no sabes definir. Es como una promesa de nuevos comienzos que tiñe de otros colores el lienzo de tu vida. Ahora más consciente de que mientras este se pinta, puedes manejar el pincel hacia direcciones que tu alma ha buscado desde siempre.

Me ha tomado algo de tiempo comprender esta visión, creerme con el potencial, identificar que un nuevo propósito necesitaba ser descubierto. El mío nace de la pasión por avistar todo lo que hay más allá del océano y luego poder comunicarlo desde mi perspectiva, con la intención de encender esa luz que mi espíritu porta hace ya tiempo.

Tuve que ascender las cumbres andinas y llegar a sus vórtices energéticos más relevantes para entender que era tiempo de ver nacer este proyecto.

Durante la escalada hacia Machu Pichu, ya era consciente de las peticiones que dejaría en sus piedras. Luego, avanzar por el lago sagrado -de nombre Titicaca– acabaría reforzando la idea de emprender un nuevo viaje. Pero esta vez se trataba de mi viaje.

Entre los juncos mecidos por la brisa y con la vista fija en las aguas de aquel lago, con un origen tan antiguo como misterioso, supe que era hora de juntar mis vivencias, las escapadas, las memorias de esos sitios sorprendentes y comunicar todo lo que está en mi bitácora de viajes.

Por eso, el viaje a Perú será memorable por siempre. Y al escribir estas vivencias recuerdo a Marita, una persona menuda y enérgica que nos sirvió de guía y se encargó, sin apenas ser consciente, de que esa luz terminara de prender en mí.

En su recuento decía que el lago es como un libro abierto que transmite conocimiento superior. Que algo de especial y elevado tenían las personas que llegaban a ese lugar y que la vida no vuelve a ser la misma después de tocar ese punto magnético.

Sus ojos se encendían cuando trasladaba esa visión tan particular y alimentó en mí la conciencia de que en ese punto de la Tierra nada sucede por casualidad, sino que hay una causalidad manifiesta y nos tocaba a cada uno averiguar el por qué.

Hoy entiendo que tenía que ir hasta allí, que debía encontrar la señal del buen camino como lo eran las apachetas para las etnias locales, que debía cargar energías en esa tierra, cuya cosmovisión y espiritualidad ayudó a pintar mi mundo para siempre.

Atravesar una parte importante del sendero de la verdad, del camino consciente, ayudó a poder mostrar hoy estas historias.

De ahí parte un encuentro conmigo, con las palabras, con ese mundo grande que hay allá afuera y que me ha hecho venir de vuelta con una lección aprendida, y con mi luz interior destellante para iluminar lo que vendrá después.

Necesité preparar el corazón, inundarme de emociones verdaderas, recorrer muchos kilómetros, reencontrarme una y otra vez, aprender a valorar lo que hago y, sobre todo, entender que el futuro es un lienzo en blanco para diseñar tu realidad como la quieres vivir.

Aquí van todas las lecciones con las que he lidiado, de las que he huido, a las que he regresado, con las que he hecho las paces, de las que me he reído y de las que, al final, tengo la certeza de saber algo.

Perú fue la ocasión que me permitió reconectar conmigo y salir a pintar mi mundo. Así que, como los viejos marinos, activé la brújula y puse lumbre al candil para ordenar todo aquello que estaba en mis cuadernos de viaje, esa feliz coordenada a la que regreso siempre que me quiero inspirar.