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Foto del escritorSissi Arencibia

Un paseo por Bucarest antes de subir los Cárpatos.



En el rico tapiz de los Balcanes, Rumanía es una nación con un encanto enigmático, una identidad cultural y lingüística distinta y eso la hace orgullosamente alejada de esta región, que es considerada por muchos una auténtica caldera de naciones.


Ella no se siente parte de ese enramado de países, cuyas culturas no están en sus orígenes, pero figurar dentro de los perímetros de la región, la hace partícipe de cualquier tropel que estalle en la zona y blanco de ataques e influencias.


Pese a que la historia de esta nación fue aliñada con el paso de muchos pueblos e imperios durante siglos dejando una impronta en su cultura y en la genética del nativo, la gente de allí prefiere agarrarse a los legados históricos dejados por Roma.


Fue su conquista, allá por el siglo II d.c, la que trajo el idioma derivado del latín y el nombre etimológico de Rumanía o Romania a estas tierras en una época en que eran conocidas como La Dacia y el emperador Trajano las convirtió en una provincia romana.


Su dominio solo duró dos siglos, pero esa herencia cultural marcó la diferencia en sus habitantes, aferrados hoy a este hecho como un factor de identidad.


La lengua fue su pasaporte a la historia, igual que la música y la Transilvania. Esas fueron sus grandes defensas.


Aunque ese principado un poco autónomo, con sus peculiares castillos y su historia misteriosa, fue sacado del corazón de la Hungría, su herencia pasó a Rumanía en el reparto del mundo, tras las guerras.


Fueron los húngaros quienes fortificaron las fronteras de esa zona boscosa y construyeron fuertes como el de Bran y el de Hunedoara para impedir el avance turco, pero en los límites trazados en el mapa, todo eso quedó en el espacio rumano.


La historia nos contextualiza para entender el origen de ese lugar donde se sienten vivos los misterios que cautivaron a los viajeros desde siglos pasados. Para saber por qué la nación conserva las esencias de ese tiempo en todas sus ciudades y patrimonio.


Famosa por estimular la inspiración literaria de Bram Stoker y tener la carretera más espectacular del continente, con altitudes vertiginosas, la Transilvania destaca por sus paisajes, sus curvas serpenteantes, sus panorámicas y evocadoras leyendas.


Ella definió la identidad nacional del país junto al principado histórico de Valaquia, cuyo centro es Bucarest.


De la capital rumana partes para conocer el destino, para descubrir sus calles con encanto, para visitar sus iglesias y monasterios, para aquilatar su agitada vida y el mundo cultural que la mueve.


Para acercarte a la famosa librería Carturesti Carrusel, a la posada de las telas, a sus animados bares, a la esencia de sus enormes avenidas, como Victoria, por donde transita la vida de esta urbe y su columna vertebral por los últimos 150 años.


También para recorrer proyectos urbanísticos de la época de Ceausescu como el palacio del Parlamento, una mole de 10 pisos con el récord de ser el edificio administrativo más grande del mundo, tras el Pentágono.


Y, al final, antes de ascender a los Cárpatos, repasas unas ruinas del siglo XV, relacionadas de algún modo con la vida de Vlad Tepes, para que te lleves la imagen que de ese momento consta el primer documento en el cual se menciona a Bucarest.


Ese personaje, en torno al cual gira la historia y el movimiento turístico del destino, fue uno de los gobernantes más importantes de Valaquia.



Desde la ciudad de Sighisoara donde se presume nació, pasando por el tiempo que vivió al lado de los turcos luego que lo entregaran como garantía durante la adolescencia, hasta que ocupó el trono de Valaquia, la historia de Tepes es la que Stoker intentó recrear a través de la literatura.



El vampiro conde Drácula es en apretada síntesis el resumen de un gobernante rumano que se crio con los turcos, luchó por espacio de años junto a los húngaros e hizo siete entradas en la Transilvania para embestir al imperio otomano.


Sus historias lo convirtieron en el gobernante medieval más conocido de las tierras rumanas en Europa.


Hoy, en el castillo de Bran hay una sala que lo recuerda, aunque el personaje nunca llegó a vivir en él. El mito de Drácula es recreado en un fuerte impenetrable en lo alto de un promontorio pensado para la guerra, y convertido luego en residencia para la nobleza rumana.


Bran es la tarjeta de visita de Rumanía y su fortaleza más popular. Se trata de un lugar terriblemente atrayente, aunque hay que admitir que el país tiene muchos lugares emblemáticos como los castillos de Peles y de Pelysor.


Ellos hacen la foto de cualquier visita y fueron los refugios veraniegos de la nobleza rumana del siglo XIX.



Construidos lejos de la húmeda Bucarest, están enclavados en lugares de abundante vegetación y sirvieron de residencia al príncipe Carol y a su sobrino, en tiempos en que el primero estaba al mando de las tropas rumanas cuando declararon su independencia contra los turcos.


Son lugares que sorprenden, de los cuales no se sabe mucho porque Rumanía no está en la lista de los primeros destinos para viajar, pero que logran cautivar a cualquiera que se acerque a ellos por sus jardines, sus colecciones de porcelanas y de armas.


De ahí hasta Biertan, con su iglesia fortificada, pasando por Sibiu con sus calles y plazas, llegas hasta Hunedoara y entonces tienes que hacer un alto en el castillo de Hunyad, considerado el más bonito y potente de Rumanía.

 




 

 

 

 

 

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1 Comment


estrehernandezfuentes
Nov 12

Muy buen contenido ,información amplia, necesaria e imprescindible de una ciudad q no es uno d los destinos turísticos más concurridos , pero siempre hay lugares q justifican una visita xq tienen estructuras, paisajes hermosos e historias increíbles como nos has mostrado en este .

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