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Foto del escritorSissi Arencibia

Tomar es la ciudad templaria de Portugal.


El convento de la Orden de Cristo es, tal vez, la razón de mayor peso para visitar Tomar, una ciudad portuguesa en torno a la cual giró el poder de los caballeros templarios en este país.


La ciudad y su monasterio fueron parte de mi recorrido porque son claves para entender el desarrollo de la nación y el mérito ganado en el mar.


Fue gracias al apoyo recibido de la Orden del Temple, que en Portugal se refundió con otra denominación tras su disolución en Europa en 1312, que el país pudo estar a la cabeza de los viajes de exploración en la Edad Media.

Aún con el paso de los años, la cruz roja sobre fondo blanco, santo y seña de aquella orden y símbolo de todos los cruzados, sigue gravitando sobre la fortaleza donde se asienta el convento, donada a los templarios en el siglo XII.


Justo en ese lugar, hoy declarado Patrimonio de La Humanidad por la UNESCO y convertido en uno de los monumentos más destacados del país luso, estaba su centro de operaciones.


Hay que decir que, a diferencia del resto de Europa, Portugal se benefició del poder absoluto del cual gozaba la Orden; el mismo que había puesto nervioso al monarca francés Felipe IV y que llevó al Papa a excomulgarla.


Gracias a ella, el infante Enrique, apodado El Navegante, pudo llevar a cabo sus expediciones por África y las islas del Atlántico. También el rey Manuel I pudo disfrutar su entusiasmo por la arquitectura, creando el genuinamente portugués arte manuelino.


El Convento expresa la ostentosidad de una Orden sin la cual no se podría entender la historia. Su poder y sus alcances fueron tan ilimitados que llegaron a controlar tantos castillos como tierras en el Levante de España y en casi toda Europa.


Por eso mis pasos llegaron hasta allí. Sabía por referencias que la del Temple fue una de las más poderosas órdenes militares y eclesiásticas de la Edad Media. Su finalidad era la defensa de los peregrinos cristianos y la custodia de las reliquias de Tierra Santa.


Fue fundada en 1119 por nueve caballeros franceses bajo el mando del noble Hugo de Payns, quienes eran reconocidos por vestir con armadura y un manto blanco con una cruz roja. Se dice que los templarios hacían votos monásticos y tenían el favor de los nobles y reyes, quienes les daban donaciones y tierras en agradecimiento a sus luchas en las cruzadas.

En aquel entonces, los reinos estaban seguros si en ellos estaban asentados estos caballeros, cuyo papel en el financiamiento de guerras y cruzadas fue crucial.


Su relevancia en Portugal viene dada por su reconversión a la Orden de Cristo, heredera de la orden de los Caballeros Templarios en esta nación y con grandes influencias en la época dorada de su historia.


Justo cuando en Europa desaparecían, acusados de prácticas prohibidas, el rey portugués Dinis I supo absorber sus tropas y su patrimonio y hasta el emblema de la orden adornaba las velas de los navíos que exploraban los mares desconocidos.




Los templarios encontraron aquí una continuidad a su consagrada misión de caballería. Casi se podría decir que de esa vena se alimentó la nación durante siglos y de ella salieron los fondos para las exploraciones de ultramar y para fundar la Escuela de Sagres, dedicada a la navegación y a la cartografía.


El convento de Tomar no fue la excepción. Gracias a esa bonanza y a su iglesia templaria, el monasterio creció con la construcción de sucesivos claustros, hasta completar siete y llegar a ser el más grande de todo Portugal.


Allí se conservan los recuerdos de esos monjes caballeros que hicieron de este edificio su sede.


Se trata de una construcción implantada en lo alto de una elevación que domina la planicie donde se extiende la ciudad. Está circundado por las murallas del castillo de Tomar, el cual jugó un importante papel militar para el reino portugués.


Tras flanquearlo, pude llegar y recorrer ese lugar secreto, enigmático, inspirado en el Santo Sepulcro de Jerusalén y con un diseño circular que permitía a los caballeros acudir a misa.


Lo octogonal de la planta obedece al simbolismo del número ocho asociado a la resurrección.


En el centro se levanta un altar gótico y se pueden apreciar los grabados y los restos de un órgano ya desaparecido.


También se aprecian pinturas y frescos con escenas bíblicas de artistas portugueses y la estatuaria dorada sobre la cúpula bizantina.


El conjunto fue construido entre los siglos XII y XVII y sufrió sucesivas adaptaciones que reflejan los distintos tipos de uso que albergaba y las características estilísticas de la arquitectura de los diferentes momentos históricos, compartiendo rasgos romanos, góticos, manuelinos y renacentistas.


La ciudad de Tomar tiene otras paradas sugerentes, pero el Convento de la Orden de Cristo siempre será lo más significativo que se recuerde del paso por ella.


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1 Comment


estrehernandezfuentes
Sep 17, 2023

He disfrutado mucho la lectura de esta publicación xq no conocía sobre Tomar ,su historia es increíble ,me ayudó a profundizar mis escasos conocimientos sobre los templarios y sobre esta ciudad. Siempre es muy bonito descubrir contigo estos lugares, a través, de tu excelente información.

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