Sobre la suerte de mis pasos

Mis pasos han tenido la suerte de andar muchos caminos. Algunos con curvas que me hicieron caer; otros filosos en los que superé pruebas dolorosas y muchos gratificantes, que me llevaron a cumplir el sueño de explorar el mundo.

En todos siempre hubo algo que aprender. En los mejores y peores momentos, pude encontrar el ritmo y eso me llevó a ver con otros ojos mi historia de vida.

Los pasadizos más estrechos me hicieron más humana y más presente, me llevaron a apreciar las cosas más pequeñas, a sentir las sensaciones más complejas y a escuchar la voz de mi interior.

Con las piedras del camino edifiqué mi fortaleza y desde allí pude sortear los vendavales. Siempre conté con el guiño de Dios, esa fuente de poder que desde otro lado me sostenía, me protegía, me guiaba y ayudaba a conectar con mi misión de vida.

Desde que salí de casa, quise vivir una extraordinaria aventura y me esforcé por lograrlo. Las huellas que voy dejando en mi andar salieron de coleccionar momentos de conexión en la

distancia, de viajar hacia lo desconocido, de sentirme errante, y de encontrar equilibrio en el caos.

Algunos materiales de este blog llevaban algún tiempo aguardando. Pasé días sin encontrar las palabras con las que nombrarlo y dar a conocer lo que yo quería expresar.

Una amiga de años me dijo que lo pensaría y que tal vez me iluminaba. Y de su mano vino el poder nombrar este espacio La suerte de mis pasos. Ella se las arregló para pararme en seco

ese día.

Me pregunto las razones que visionó en su mente para sugerirlo. Había una mezcla de sentimientos, ilusiones, añoranzas, pero significaba mucho para ella que yo hubiese podido ir tras mis sueños.

Tus pasos te han llevado a esos sitios de los que hablabas, a vivir aventuras soñadas, me dijo cuando le pregunté, sin ser consciente de que esas cinco palabras se convertirían en el

centro de mi pensamiento de ahora en adelante.

Reflexionar en todo ese tiempo azaroso que necesité para llegar hasta aquí me hizo entender que comprendía acerca de las cosas que importaban en la vida y que contaba con el valor para ponerme de pie y perseguir mis deseos más locos.

Una de las más valiosas lecciones de todo lo vivido fue comprender que la única manera de avanzar es realizando un movimiento audaz hacia esa visión más grande que el universo te

tiene deparada.

Aunque te tiemblen las piernas debes dar ese paso, porque solo así puedes descubrir la alegría de desconectarte de lo que los demás tienen pensado para ti y prestarle atención a lo que realmente necesitas.

Aprendí que lo que más te asusta no tiene ningún poder y que la emoción más grande que se puede alcanzar es vivir la vida de tus sueños. El verdadero ideal de aventura está ahí.

Puedo considerarme afortunada de ser de las que no aplazaron sus deseos más profundos para complacer a los demás. Diferente a quienes pasan por alto ese susurro que te dice que ya es hora de hacer lo que deberías estar haciendo.

La única manera de conectarte con el sitio hacia el que te lleva tu espíritu, es cuando te detienes el tiempo suficiente para escuchar esa vocecita que te obliga a seguir tu llamado, sin importar que digan o piensen los demás.

Yo creo que la suerte de mis pasos fue aprender a marchar en busca de mi alma y el crear momentos poderosos.

Recordar, por ejemplo, el día en que decides hacer que cada instante cuente; o las circunstancias que contribuyeron a que estés aquí, los momentos que te hirieron o asustaron y que también formaron parte del camino.

Cuando me muevo por el mundo, traigo toda mi historia conmigo y de tanto contrastarla salgo cada vez más convencida de que lo que nos da alegría es aquello que no pasa a menudo.

Por eso aprendí a identificarme con la suerte del explorador, ese que pasa la mayor parte del tiempo perdido, pero para quien los momentos de hallazgo son mínimos comparados con los momentos de búsqueda.

Con todas sus tribulaciones, me siento feliz de mi travesía y de la manera en que esta se desenvuelve. Aquí están mis momentos, los episodios más trascendentes de mis viajes y el derecho ganado a ser tal cual soy y actuar y escribir con la intención de ser auténtica conmigo misma.