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Foto del escritorSissi Arencibia

Recuperando territorios del alma por el Camino de Santiago.



El camino de Santiago se me quedó pegado al alma como la tierra a las botas.


A todos pasos me reafirmó que lo único que te separa de tu destino es una decisión. Y tener tiempo para evaluarlo, procesarlo, hasta salir convencida de ello, fue de las cosas más preciadas que resultaron de aquellas largas caminatas por las tierras españolas.


Hay un solo paso que te separa de tus sueños y es esa decisión que tienes que tomar en un momento de la vida, donde no hay certezas, ni seguridades y sí un valor de riesgo del que no está exento la ecuación de la vida.


Al igual que el camino, mi trayecto no ha sido una línea recta. Como el de muchos, tuvo curvas que me hicieron flaquear. Pero, si una cosa me ha hecho emerger es la voluntad de dar un paso en fe y el saber adónde voy.


Con la niebla atravesé el campo aquella mañana en dirección a Palas de Rei. Era la segunda etapa del camino francés que nos acercaba a Castromaior, al que se llega a través de la aldea de Gonzar.


Avancé paso a paso, pese al dolor que sentía por las llagas que me causó el calzado el primer día. Iba con la certeza de que el siguiente paso sería más firme y en medio de oraciones y plegarias para alejar el malestar, reflexioné en el valor de las decisiones.


Vi con claridad adonde estas me habían llevado, aún en momentos decisivos, donde las circunstancias cambiaron. Viajé convencida de que solo ellas permiten que se pueda cumplir el propósito para el cual has sido llamada.


Sentí un bienestar interior que no se si pueda explicarlo, porque este viaje estuvo a punto de no darse.


Circunstancias externas lo hacían ver distante, aunque algo muy dentro me decía que el asunto no estaba en discusión. Que solo podría cambiar si una sentencia de más arriba determinaba que así debía ser.


A eso me refiero cuando hablo de dar un paso en fe, de caminar segura cuando no hay seguridad de nada. De ese momento en que te paras sobre tus zapatos y dices: esto es lo que la vida quiere de mí; no importa si los vientos están en contra.


Porque hay algo que nace en tu corazón y sientes que algo más grande lo puso ahí. Por eso corres el riesgo, te preparas para la aventura y lo afirmas, muy a pesar de que las cosas puedan salir bien o mal.


Así pensaba cuando pasé por Ventas de Narón, un lugar que se recuerda aquí por ser el escenario de una encarnizada lucha entre las tropas cristianas y musulmanas en el año 820. Una histórica localidad que era conocida en el medioevo como Sala Regina, donde hay albergues de peregrinos.


A la salida hay una capilla dedicada a la Magdalena, guardada por una curiosa puerta de madera tallada con los símbolos del cáliz, la cruz y la concha del peregrino. Se dice que la misma tuvo su origen en un antiguo hospital que existió para asistir a los enfermos.


Allí tomé un descanso antes de continuar la marcha a Ligonde. Una etapa con mucha cuesta, donde los paisajes verdes se mezclan con las zonas asfaltadas y donde se dejan ver los famosos cruceiros de Galicia.


Me pareció muy peculiar encontrarlos. Este era un viaje diferente, en el que por lo menos yo intentaba recuperar los territorios del alma y demostrarme a mí misma que empeños como este valían la pena y eran necesarios para fortalecer el espíritu.


Los cruceiros estaban ahí como testigos silentes, como una seña de identidad del paisaje gallego, en la ruta que me aproximaba a la tumba de Santiago el Mayor.


Expresión de la devoción popular, son monumentos religiosos constituidos por una cruz generalmente de piedra que se levanta sobre un pilar en cruces de caminos o cerca de ermitas y en atrios de iglesias.



Se erigen en lugares elevados que tengan que ver con el culto religioso para cristianizar lugares, hacerse perdonar por un pecado o separar territorios parroquiales, según sea el caso.


Los cruceiros constituyen una de las muestras más significativas del arte popular y guardan curiosas leyendas en esta zona.


Según estudios de Castelao, se calcula que en Galicia hay entre 10 mil y 15 mil cruceiros, una parte importante de ellos localizados en la provincia de Lugo, la cual recorremos desde la primera jornada, intentando aproximarnos a la Coruña.


Unos 625 metros de altitud le agregaron cierta dificultad a esta jornada, donde también pasamos por un importante hospital de peregrinos que en su tiempo acogió al emperador Carlos V y a su hijo Felipe II.


A mi vuelta muchos me han preguntado por el camino, pero nunca es suficiente lo que podamos decir.


Por mucho que intentes describirlo, hay que verlo y sentir su fuerza. Es un espacio de libertad, de sorpresas, de incertidumbre y de gente, que le da vida y significado.


En los 25 kilómetros a Palas de Rei tuve ocasión de evaluar muchas cosas de mi vida. Pero si una verdad pude sacar de todo fue la importancia de emprender aquello que quieres, cueste lo que cueste, porque cuando sabes adónde vas, lo que sucede en tu día se hace más fácil.


Alguien decía una vez que aspirar a tener una certeza mayor del 70 por ciento equivale a perderte una oportunidad.


Y la que aquel camino me ofrecía era la de intercambiar con personas que rondaban los 70 años y hablaban de planes futuros.


Ahí estaba el verdadero secreto. El alma no había envejecido. Tener un plan a futuro es la savia de envejecer con dignidad y ese trillo por el que avanzaba me lo estaba mostrando. Esa era una de las razones que me trajeron aquí. La oportunidad de constatarlo.



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2 Comments


Joaquin Uscanga
Joaquin Uscanga
Nov 10, 2023

Que experiencia tan hermosa y que reto tan difícil mi sisi felicidades y gracias por compartir con nosotros tus experiencias y vivencias gracias 🙏

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lesdysv
lesdysv
Nov 10, 2023

Mi sisi como siempre todo muy bonito lo que nos escribes esos caminos y paisajes que algunos fueron dificultosos pero que superartes como una guerrera gracias por emseñarnos.

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