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Mostar fue el capítulo más difícil de la historia balcánica.

  • Foto del escritor: Sissi Arencibia
    Sissi Arencibia
  • 3 abr
  • 4 Min. de lectura


El mundo, tal cual lo conocemos hoy, tiene lugares bellos con historias difíciles. Así pasa con Mostar, esa ciudad del sur de Bosnia cruzada por el río Neretva, conocida por un puente de un solo arco, que es la foto por excelencia de ese destino.


Un cruce con una dilatada historia que inicia en los siglos de ocupación otomana y que, como todo allí, es parte de un contexto de bombardeos y destrucciones que los años no han podido borrar de la memoria de los locales.


Con unos 30 metros de largo y un arco de poco más de 20, de los más altos de su tipo en el mundo, el Puente Viejo se eleva en lo alto del valle regado por las aguas de un frío afluente que forma una de las vistas más bellas y significativas de los Balcanes.


Está custodiado por dos torres y es famoso por su diseño turco y por dar nombre a un notable asentamiento urbano del siglo XV, erigido en el cruce de ese río que estableció durante mucho tiempo una ruta de comunicación.


Con sus edificaciones otomanas, sus casas turcas, sus fortalezas y sus ricas capas arqueológicas, Mostar significa guardianes del puente.


La ciudad destaca por las hermosas vistas del Neretva bajo ese famoso paso que hoy separa dos mundos: los bosnios musulmanes y los croatas católicos.


Antes establecía un nexo. Pero, ese símbolo, fue bombardeado y destruido en los años 90.


Lo que vemos hoy es la reconstrucción de una memoria histórica, afectada por guerras entre etnias, con un pasado de convivencia bajo una sola nación, y afectadas hondamente por nacionalismos exacerbados.



Tiempo atrás vio caer sus piedras al río, en uno de los episodios más desgarradores que se recuerdan aquí, un lugar donde se cruzaron límites que se pensaba no ocurrirían más después del holocausto y la segunda guerra mundial.


El puente era el nexo de unión de comunidades hermanadas en un momento bajo un mismo país y una sola bandera. Fue volado por los croatas con la intención de destruir ese paso y ello significó el rompimiento de toda posibilidad física y simbólica de encuentro y de paso.


Tomó siete años reconstruirlo. En él hay una placa que dice: No olvidar.


Y es que con Bosnia Herzegovina la humanidad volvió a sentirse con la conciencia sacudida, porque con ese país se rompió la promesa de civilización y también de humanidad.


Al igual que Sarajevo, Mostar es un ejemplo de ciudad tolerante y de convivencia, donde las cuatro religiones coexisten sin que eso genere diferencias. Ambas protagonizaron experiencias dolorosas cuando los conflictos balcánicos, porque la gente quedó abandonada a su suerte.


Tanto el cerco de Sarajevo como la matanza de Srebrenica, muy cerca de allí, fueron desgarradores. Dentro de la barbaridad de la guerra, estos dos lugares fueron blanco de matanzas, genocidios, perpetrados por los propios eslavos contra la etnia bosnia.


Aquí recuerdan aquella matanza de género y cómo la gente quedó abandonada a su suerte en esa ciudad, donde privaron de la vida a ocho mil hombres musulmanes y violaron sistemáticamente a las mujeres para introducir en ellas la simiente serbia.


Luego que la antigua Yugoslavia se disolvió, los proyectos nacionalistas de las seis naciones que la componían entraron en pugna, desatándose una serie de conflictos étnicos religiosos entre los pueblos de esa antigua nación.


Esas tensiones tuvieron muchos detonantes, entre ellos pérdida de territorios ancestrales y demás, dejando un sesgo de inestabilidad y desorganización en la zona, donde se estima murieron unas cien mil personas.



El capítulo de Bosnia fue el más sangriento de las guerras balcánicas con episodios de limpieza étnica, como lo acontecido en  Srebrenica, y el asedio y la devastación durante años de Sarajevo y Mostar.


A esas poblaciones les fueron cortadas las fuentes de agua y comida para tratar de cercarlas por hambre. No por gusto, las rosas de Sarajevo están pintadas con todos los pétalos arrancados, por todos sus lados.


Son las huellas dejadas por el impacto de los morteros usados por el ejército serbio en el asedio de aquellos años. Son los trazos dolorosos y las cicatrices de la historia reciente de un país que busca en el paso del tiempo pasar página.


Por eso la de estos límites es una historia triste, donde las balas dejaron heridas en cuerpos y edificios.


Yo intenté traerme una, de las tantas que venden como souvenirs en el sitio en lapiceros, llaveros y réplicas de aquel tiempo. Quería tener esa evidencia para recordar por siempre la historia del país más castigado de los Balcanes.


Pero, comprar uno de aquellos prototipos huecos que venden en cada lugar de allí por poco me hace perder el vuelo y sus conexiones, luego de que fui voceada en la terminal aeroportuaria para revisar mis pertenencias.


Aquel extraño y preocupante objeto hizo sonar las alarmas y allí lo dejé. Aunque me fue entregado tras revisarlo, preferí recordar el paso por esa zona desde la belleza del río Neretva y su famoso delta cuando desemboca en el Adriático por la parte croata.


Preferí evocarlo desde sus espacios singulares de naturaleza, sus vistas desde la altura del puente Mostar y aquel paseo pintoresco lleno de cafés, restaurantes y uno de sus puntos turísticos más emblemáticos.


O, quizás, desde el triángulo de su bandera que simboliza las tres etnias y las tres religiones, de una zona abatida hasta el extremo por la historia reciente.



 

1 Comment


estrehernandezfuentes
hace un día

Muy amplio e interesante el contenido q nos muestras en este capítulo mezclando la historia con los hermosos lugares q recuerdan cuánto han sufrido estos pueblos ,a través d diferentes épocas.

Edited
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Sobre este blog

Mis pasos han tenido la suerte de andar muchos caminos. Algunos con curvas que me hicieron caer; otros filosos en los que superé pruebas dolorosas y muchos gratificantes, que me llevaron a cumplir el sueño de explorar el mundo. Leer más.

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