Suiza es la región de los lagos inmaculados, de las cascadas, de las colinas, de los verdes prados, de las vaquitas y también es la tierra de Heidi, la pequeña cuyo nombre se asocia a las montañas y los valles alpinos, y uno de los personajes más célebres de la literatura infantil.
Siempre sentí curiosidad por acercarme al mundo inventado por la autora de Heidi y, al igual que la protagonista del cuento, allí estaba yo una hermosa mañana de sol, sintiendo el mismo aroma del pasto y de las flores, perfumando el aire de los Alpes.
Coincidentemente, “el viento había barrido las nubes del día anterior y el cielo era de un azul deslumbrante esa mañana en Maienfeld”, una localidad ubicada cerca de la actual frontera suiza y un pequeño país llamado Liechtenstein.
Todo era nuevo y al propio tiempo conocido para mí. La ruta que seguían mis pasos me acercaba a la campiña suiza, donde una cabaña recuerda la morada de la niña y el ambiente pastoril donde ella pasó su infancia.
Eso me traía toda suerte de sensaciones y hoy puedo intentar transmitirlas, porque forman parte de mi propia vivencia. Andar y escribir te permiten eso, te hacen hilvanar historias en el tiempo, momentos que dejaron huella.
Traerlos al presente, aporta eso singular, diferente, que hará de tus memorias algo muy personal.
Los textos que lees de adolescente tienen esas pinceladas nobles e inocentes que te llevan a recordar algunos pasajes, aunque pasen los años. Ese es el caso de Heidi.
“Los niños se pusieron en camino seguidos por las cabras”- recordaba-; las mismas que hoy pastan en el sitio para ambientar una ruta turística, cuyo fin es acercarnos al mundo que recrea ese hermoso relato, que en el siglo XIX imaginó Johanna Spyri.
El ambiente de los pintorescos pueblos de la montaña, recreado a través de una niña alegre y amante de la naturaleza, cobró vida ante mis ojos, porque Heidi-Dorf traslada a los visitantes de todo el mundo a la época en que se creó este cuento infantil.
El recorrido te conduce por varios lugares de ese pueblo, ubicado en el cantón suizo de los Grisones, rodeado de hermosas montañas y casas de cuento que te hacen retroceder en el tiempo al mismo paisaje que contemplaba Heidi.
Allí se abre el mismo valle lleno de sol, la pradera, y a la distancia se elevan majestuosos picos. Se dice que es el sitio donde van los aldeanos a buscar las provisiones para cuando llega el helado invierno de los Alpes.
Maienfeld es el pueblo donde vuelves a tu infancia, a las escenas de aquella niña que “nunca había imaginado que existieran flores como las que crecían allí, de un perfume tan rico y colores tan vivos”.
La misma que corría por la pradera y cortaba ramos para esparcirlos alrededor de su cama y se acostaba cada noche con las ganas de que llegara el siguiente día para ir a las cumbres y ver como el sol saludaba a las montañas.
Sus días en los cerros eran libres y alegres como los de un pájaro en el bosque. Pero, los que le tocó vivir en la ciudad, donde los edificios reemplazaron a la naturaleza, fueron crudos y agobiantes.
Gracias a ella me enamoré del idílico paisaje alpino, con sus valles, sus bosques y sus cumbres nevadas.
Leer a Heidi significó soñar con la posibilidad de un mundo más amable y también la de aceptar el mundo real, con sus cambios y contrastes. En ella se concentra todo lo bueno, auténtico y genuino que puede haber en un ser humano.
Siendo niña supo enfrentar las situaciones difíciles y aprendió a encontrar lo bueno a lo largo de las experiencias que vivió. Su libro fue su tesoro y los cuentos e ilustraciones del texto resultaron refugio y consuelo, cuando extrañaba la vida en los Alpes.
Ver idealizado su contexto, me hizo por un momento volver a ver el mundo con los ojos inocentes con los que lo miraba entonces.
Por todo eso, el personaje de la niña de los Alpes integra, junto con los relojes, los chocolates y los quesos, los elementos con los que se suele identificar a Suiza.
Cuando me despedí de aquel mundo, de aquella cabaña y de aquel paisaje, también despedí en silencio y llena de paz aquel día lleno de sorpresas, de reencuentros, de evocaciones, igual que el final del cuento.
Por un momento comprendí que, al igual que Heidi, yo era parte de aquella pradera, una parte no más importante que las flores, las cabras, las piedras, el pasto, las rocas y cada una de las cosas, grandes o pequeñas, que poblaban la tierra.
Belleza natural, descripción perfecta e interesante analogía con la literatura.
Que lugares más hermosos !!..nada más de verlos se hace sentir la paz que transmiten esos lugares donde la naturaleza predomina . Esa naturaleza tan hermosa que Dios nos regalo y que embellece cualquier lugar y permite que nos llegue el airé fresco y puro . Un verdadero sueño !!. Gracias Sissita por embellecerlo más con tus palabras .
Mi vida que hermoso todo con tus palabras haces que recordemos nuestra niñes , paisajes hermoso .
Por tu bonita narración hemos quedado cautivados ante la belleza y paz de la naturaleza de los Alpes .y si de hermosas historias del lugar se trata nada mejor que "Heydi"para envolvernos en todo el encanto de ese magnifico recorrido con su narracion inspirada en recrear temas llenos de emociones q muestran las virtudes y valores humanos, que dan paso a la victoria la fe y la confianza como la q experimentaste tú al despedirte de ese fantástico lugar .
Belleza e lugares, cuanta paz y hermosura en sus paisajes. Gracias nuevamente.