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Los fantasmas balcánicos no están del todo conjurados.

  • Foto del escritor: Sissi Arencibia
    Sissi Arencibia
  • 13 mar
  • 4 Min. de lectura


Los Balcanes es una región del mapa de grandes estallidos bélicos. El conflicto entre unos y otros se fue dando por capítulos, hasta convertirse en algo muy tenaz y con unas proporciones enormes.


Hay diálogos encontrados allí, dolores punzantes que te obligan a comprender de dónde nacen y de los que solo tienes una opinión aproximada cuando terminas el recorrido por todos.


Hurgar en los orígenes del encono de los seis países que tiempo atrás se unieron bajo la misma bandera en el proyecto yugoslavo, me llevó a redactar esta semblanza con la que intento unir los pedacitos de cada uno para entender su historia.


Organizar a los eslavos del sur fue un proyecto de un hombre del siglo XX llamado Josip Broz Tito, quien se enfrentó a los grandes de su tiempo y construyó junto a sus partisanos una identidad nacional, desde una corriente propia.



Su idea era unirlos para que no brotara el nacionalismo que cada uno tenía por dentro.

Un gigantesco memorial en Belgrado recuerda los pasos del llamado mariscal, de nacionalidad croata.


También la esencia de un proyecto que, de acuerdo con sus propias palabras, llegó a tener seis repúblicas, cinco naciones, cuatro lenguas, tres religiones, dos alfabetos y un partido político.


La suya fue una fórmula para mantener juntos a Eslovenia, Croacia, Serbia, Montenegro, Macedonia y Bosnia bajo el proyecto de una sola nación en medio de las polaridades de los años de guerra fría.


Justo en momentos en que los destinos del mundo se barajaban entre dos fuerzas hostiles, Tito tenía fe en que se podía optar por un rumbo propio, que marcara distancia de un lado y de otro, que no alineara a los países en pactos militares.


Tenía su vista puesta en las organizaciones capaces de representar a los países y no a las potencias. La historia lo señala como uno de esos hombres que hizo camino para buscar otra luz bajo el sol, otra circunstancia histórica.


Aquel hombre enorme, que vestía de morado, y era toda una leyenda en Europa oriental por su visión unificadora, garantizó 35 años de paz, amordazando las nacionalidades y tapando las religiones.


No hubo fricciones internas entonces, pero nadie podía decir que era serbio o croata. Para evitar la desintegración, los mantuvo quietos “a la brava”, como alegan algunos historiadores.


Pero, lo cierto es que nadie puede silenciar por mucho tiempo la fuerza de lo oriundo y los valores nacionales. Mucho menos la religión.


Ese frágil equilibrio terminó rompiéndose, porque las propias estructuras internas con las que fue cimentado no se pudieron sostener por mucho tiempo.


A la muerte de Tito, se incumplieron los acuerdos que mantenían viva la integración, uno de los cuales era el sistema de rotación de la presidencia del país entre las repúblicas de la unión.



Eso, por un lado, el resquebrajamiento de la estructura política de la URSS por otro, y el hecho de que el gran ejército formado para protegerse fuera quedando en manos de los serbios, terminó agrietando el mecanismo de poder de Yugoslavia.


Otro rumbo histórico con aires nacionalistas empezó a vislumbrase en el panorama político de la región cuando en los años 90 le fue negado el turno a Eslovenia a regir la presidencia del país y esta busca la independencia ante la negativa de Serbia.


Primero Eslovenia y luego Croacia, allanaron el camino para las demás repúblicas. La primera no tenía pobladores serbios en sus perímetros, pero la segunda sí. El conflicto balcánico estalla en los años 90 entre Serbia y las fuerzas promotoras del cambio.



Aunque de baja intensidad, la guerra arrastraba cuentas pendientes pero su detonante principal serían los enclaves o poblaciones serbias que quedaron en esos países, derivado de los repartos y las divisiones de las potencias a lo largo de la historia.


Cuando Bosnia anuncia su interés de separarse, el enfrentamiento se puso tenaz ya que dentro de sus perímetros vivían un millón 600 mil serbios, como resultado de lo anterior.


Alegando un tema de seguridad, Belgrado dirige un ataque contra la etnia bosnia que el mundo miró perplejo, incapaz de comprender y que nadie imaginó en sus inicios hasta dónde podría conducir.


La de los Balcanes fue una guerra entre hermanos, por eso fue tan complicada. Por un lado, Serbia tenía el control del ejército, y por otro defendía la tesis de que todo aquello que estuvo bajo su dominio, formaba parte de su destino manifiesto.



Su interés era tomar los territorios que consideraba suyos, como era el caso de Krajina en Croacia, casi toda Bosnia, donde vivía la mitad de su gente y Kosovo, una provincia autónoma que es el origen histórico de esa nación.


El interés sobre Kosovo viene del tiempo mítico de los caballeros serbios de la fe ortodoxa, de los monasterios antiguos que estaban en ese lugar, todo lo cual le fue desplazado en el siglo XIV cuando la ocupación turca, llevando hacia él población albanesa.


Aunque sea la cuna histórica de ese país, el 90 porciento de la población de Kosovo es albanesa. La aventura de la “Gran Serbia” tiene aquí su más profundo revés, tras la imposición del idioma y la religión de los serbios sobre la mayoría albano kosovar.



Los cantos nacionalistas de marzo de 1992 y la proclamación de independencia de Bosnia, dieron un carácter terrible a la guerra, por el temor a un resurgimiento islámico que podría llegar a radicalizarse en el corazón de los Balcanes.


A pesar de su tolerancia, su convivencia religiosa y el aire multicultural que se respira en sus perímetros, el carácter musulmán de los bosnios jugó un papel definitivo.


Lo que vino después significó genocidio, muerte, odio, terror y limpieza étnica. Vino el cerco por hambre, los bombardeos y el sitio de Sarajevo, un drama brutal que el mundo ignoró, porque nadie miraba para esa zona del mundo.


En Bosnia se usó la violación como arma de guerra para quebrar el corazón de los hombres.


Y aunque posteriormente los acuerdos de Dayton ponen fin al conflicto y se empiezan a reconocer las fronteras de cada uno, Bosnia tuvo que reconstruir, porque muchas de sus ciudades fueron quemadas.


El ejemplo de Sarajevo fue de las páginas más dolorosas de esa nación y aunque se hizo una paz a la fuerza, los fantasmas allí no están del todo conjurados, como decía una analista del tema.


Siempre habrá que mirar que estos no salgan, cuando las épocas de la historia se hacen más adversas.

 

1 Comment


estrehernandezfuentes
Mar 20

Magnífica información tan ,clara ,amena, educativa e ilustrativa de este complejo conflicto q nos aporta siempre conocimientos y la forma d participar en un bonito viaje imaginario.

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Sobre este blog

Mis pasos han tenido la suerte de andar muchos caminos. Algunos con curvas que me hicieron caer; otros filosos en los que superé pruebas dolorosas y muchos gratificantes, que me llevaron a cumplir el sueño de explorar el mundo. Leer más.

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