Mis viajes por el mundo han sido el conducto para reinventarme. Con ellos conseguí lecciones poderosas. Una de ellas fue entender que las cargas que suplicas que Dios remueva en un momento de tu vida son las que te capacitan para servir a los demás.
Me costó años comprenderlo, pero ellos han sido el catalizador para verlo más claro. Para darme cuenta que justo las heridas, la experiencia de pasar por un proceso de quiebre y hasta mi transformación personal me lanzaron, sin quererlo, a descubrir mi misión de vida.
Antes no podía vislumbrar que parte de mi sanación era ayudar a otros; que encontrar las palabras adecuadas para que las personas se identifiquen con tus visiones, las acepten o las rechacen, me convertía también a mí en una especie de guía.
En el proceso de transmitir mi experiencia comencé a ver cosas en mí que antes no veía, abrí puertas que antes no creía poder abrir y sanaba al propio tiempo que mis palabras servían para iluminar la mente de otros.
En las peripecias del camino, en los argumentos de mis viajes, en las vivencias que quedaban en mi memoria y que un buen día junté para otros, hallé el sentido de mi vida.
Descubrí que los golpes del camino te hacen perder balance y te desequilibran por un tiempo, pero también te convencen de que una fuerza poderosa pudo tener que ver con esa rotura para encaminarte a un empoderamiento muy saludable.
Cuando eres consciente del proceso entiendes que en algún momento el dolor fue un catalizador; que escuchar a Dios en la noche más oscura es lo que te llevó a un siguiente nivel. Comprendes que él no te quita la adversidad, sino que la aumenta, para que te hagas más fuerte.
Pero eso lo visiono hoy. Cuando estuve en medio de la agitación de las aguas no pude ver con esa claridad. En ese momento todo era confuso, costaba distinguir lo positivo de lo negativo, comprender que la tristeza formaba parte de la ecuación de la vida.
Y hasta me invadió el temor de compartir las heridas. Y aunque hoy lo vea mal, fue así.
Todos tenemos una historia triste que contar, un episodio que te hace doblar, donde –por así decirlo- se rompe la fibra, porque perdiste un ser querido o esa persona en quien confiabas te dejó caer. Y la tormenta que sobreviene a ese momento de quiebre es impredecible.
Y recordamos ese momento, porque cuesta mucho levantarse y recuperar la confianza en uno, pero, como dice alguien a quien escucho a diario con cariño, que tal si esos tobillos quebrados, esas heridas en el alma, están en nuestras vidas para mostrarnos aquello que no hemos resuelto.
Son esas fracturas las que definieron la mujer que soy hoy, las que sacaron de adentro el poder para encaminarme hacia ese sueño, para guiar mis pasos hacia otros rumbos y las que también me capacitaron para el servicio.
Tardé años para ver la ruta, para definir lo que quería y para identificar a lo que estaba llamada. Pero puedo declararme afortunada por haber encontrado todo eso. No quería perder la brújula o el sentido para llegar a buen puerto.
Había una luz en medio de la oscuridad que me orientaba y hacía fluir por ese mar inexplorado para hacerme vivir la aventura. Había un movimiento energético que se proyectó para hacer tangible un sueño que yacía en las profundidades.
Algo me hizo ver más allá de lo ordinario y reconocer el poder de la intuición. Había energías e influencias que me hacían confiar en mi parte mística y en ese mundo invisible, que también te lleva a entenderte y a confrontar tus defectos.
Revelar esa parte de mi esencia en cada entrega de este blog me llevó a asombrarme ante mi propia verdad. Me ayudó a entender caminos espirituales y a explorar mi naturaleza con curiosidad, pasión y desvelo.
Entendí que se valía no estar bien por momentos, que uno se podía permitir llorar al mismo tiempo que reír, que las temporadas y las estaciones podían variar en fracciones de segundos y que en nada ayuda intentar tapar las huellas y las marcas.
Las cicatrices están ahí, pero la diferencia, cuando haces el proceso, es que ya no duelen. Tampoco definen tu vida, ni son tu vida, son solo una historia, una parte, un capítulo en el libreto de tu vida.
Tú decides si esos episodios tristes van quedando como una piedra que marcará tu camino o si los conviertes en otra historia, mucho más transformadora y llena de sentido.
Eso es, creo yo, un acto de amor hacia sí mismo. Convertir cualquier cosa difícil que te pasó en un capítulo de una historia mucho más grande, hace que tu valor personal crezca. Exponerla es un acto de madurez.
Los que como yo están en este camino se hacen responsables de su bienestar y entienden que las heridas no te definen, aunque se hayan cruzado momentos de dolor. Caminan por la vida con paso firme y con la gracia divina, porque ya no les interesa estar a la altura de los estándares de los demás.
Los que como yo están en esta senda, ya identificaron sus dones, que es eso que traen sellado en el alma, escrito de vida en vida, y que nos hace diferentes, únicos. Ya conectaron con su misión o están en pos de descubrir ese proyecto de vida para el cual han sido llamados.
ESTUPENDO ,gracias,gracias ,tengo mucho para refleccionar ,despues de haberte leido
Qué aleccionador para todos lo que escribes. Me gustó muchísimo porque hay muchas personas como tú valientes, y que aunque se quiebren, siguen adelante con Dios.
Y por supuesto se hacen más fuertes ante las adversidades que la vida nos trae. Tu vida será siempre hermosa.
Siempre he creído mucho en ti y en la fuerza q trasmites ,estoy segura q cualquier piedra q aparezca en tu camino, será apartada ;seguirás creciendo y siempre ganaran tus valores personales que son los q te hacen diferente.
Hermoso!!!.. me encanto!!. así es la vida .. llega un momento que te quebrantas y aparece esa luz divina que te hace nueva .. y una mejor persona .. Gracias Dios por estar en nuestras vidas !..
Mi sisi como siempre tan interesante lo que nos compartes en tus vivencias muchas gracias amo Dios te bendiga siempre y no dejes de hacerlo por favor