El viajero es tan importante como el viaje en sí mismo, porque el primero pone la mirada, el corazón, adereza la narración e infunde pasión al relato para encontrar más digerible la forma de contar la historia.
Cuando transmite lo que ve debe lograr que el trazado del mapa sea comprendido desde una rápida lectura, hacer que siglos y milenios puedan juntarse en pocas cuartillas e intentar reseñar valores que sobrevivieron a conflictos y destrucciones.
Ese es el caso de la Tumba Tracia, una construcción funeraria de ladrillos situada en los límites búlgaros, que en la antigüedad correspondía a una región de influencia tracia al norte del mar Egeo y que alcanzaba además a las naciones de Grecia y Turquía.
Encontrado en la región de Kazanlak, el túmulo data del siglo IV a.c y es uno de los tantos documentados en el llamado valle de los reyes tracios, a 266 kilómetros de Sofía, la capital búlgara.
Ese tipo de espacios mortuorios es la principal fuente de donde se nutren los historiadores del país y está entre lo más relevante que se debe contar de estas tierras.
La tumba a la que me acerqué comprende un corredor angosto y una cámara mortuoria circular con frescos de alto valor artístico, que representan ritos funerarios.
El bien está en la lista del Patrimonio mundial de la UNESCO y se le considera entre las obras mejor conservadas del antiguo arte mural de la época helenística.
Bulgaria es una nación que destaca por los hallazgos de este tipo de tumbas, templos y valores exponenciales de la cultura tracia.
Con una tradición oral basada en leyendas y mitos, los tracios fueron un pueblo antiguo del sudeste, cuyos habitantes compartían creencias y modos de vida. Creían en la inmortalidad del alma y cubrían el espacio mortuorio con un amasijo de piedras o un túmulo de tierra.
A esas tribus guerreras, que formaban pequeños reinos separados, se les adjudican unas 300 tumbas funerarias excavadas hasta el día de hoy en territorio búlgaro, aunque los arqueólogos estiman que en el valle hay más de mil 500 de ellas.
Lo encontrado allí es típico de sus entierros, toda vez que en su filosofía de vida consta que cuando un gobernante finalizaba su viaje en el plano terrenal debía ser enterrado con sus caballos, perros, armas, vasijas y objetos personales.
La Tumba Tracia fue encontrada accidentalmente por soldados que desenterraban un refugio antiaéreo en 1944 y según fuentes hay dos cadáveres, uno de hombre y otro de mujer, que se le adjudican al gobernante y su esposa.
Se accede a ella a través de un sendero, donde se deja ver algo de su historia y algunos de los objetos encontrados en su interior. Es la única de la época completamente preservada y una de las más atractivas para visitar en Europa.
Los restos arqueológicos encontrados en el valle están insertados en una antiquísima ciudad búlgara –más antigua que Roma misma- impregnada por el aroma de las rosas y los campos de lavanda que cubren los prados de la zona.
Kazanlak es conocida por ser la ciudad de las rosas, ya que el 70 por ciento del aceite que se extrae de esa flor en todo el mundo proviene de los valles de alrededor de esta villa.
Yo no pude ver los campos floridos, pero lo cierto es que se trata del lugar más perfumado del mundo, donde miles de trabajadores en el apogeo de la primavera arrancan a mano los pétalos que se utilizan para crear los aceites y esencias.
Dicen que el espectáculo cromático es sensacional, pues bajo un cielo azul generalmente limpio de nubes, los campos se visten de rosa.
De más está decir que Bulgaria mima esta industria. Un año con buena cosecha destila mil litros de concentrado para la cosmética y cada litro se cotiza en el mercado en ocho mil euros. Esto lleva a los búlgaros a considerar que el mejor aceite de rosas del mundo es el suyo.
La tradición de la región está basada en la aromática industria y fue el colofón que selló una jornada que me acercó a un pueblo con tintes helénicos que tuvo su capital en esta zona geográfica.
Los monumentos de la civilización tracia hallados indican que en ese valle se enterraron gobernantes y altos aristócratas, por lo que ahí radicaba el núcleo central de esa civilización.
Los tracios evolucionaron debido a la expansión colonial griega y al avance persa en el sureste europeo.
Fueron gobernados en los inicios por sátrapas que llevaban una vida fastuosa en residencias principescas amuralladas, hasta la ocupación romana.
No se sabe con certeza de donde provienen sus habitantes, pero sus tesoros arqueológicos muestran una cultura refinada, que no absorbió la griega, pero sí tuvo relación comercial con ella por los minerales, las rosas y el vino de esta región.
Espartaco fue un libertador de origen tracio que nació en estas tierras. Se dice que era un hombre culto y noble, esclavizado por los romanos y contra quienes lideró una gran rebelión desde el año 73 al 71 ac.
Su memoria y la de su ejército de gladiadores evadidos y fugitivos marcaron la historia legendaria de estos límites búlgaros.
Muy interesante y enriquecedora cada nueva historia q nos cuentas ,sigue creando contenido y no pierdas tu encanto por este arte q tienes de escribir historias q refrescan y brindan conocimientos sobre temas de sumo interés para todos como este .