En cada destino de mis viajes busco los sitios, los personajes y las historias que me han hecho soñar, que marcan esa parte de mí comprometida con la niña que leía cuentos, amaba la aventura y un buen día también soltó amarras para salir a explorar, fuera de la seguridad del puerto.
Fui a Escocia buscando esos referentes. Tratando de acercarme a la historia de aquella expedición que llevó al capitán Scott a la Antártida en el siglo pasado a bordo de un barco que hoy fondea en Dundee, una ciudad costera ubicada en el estuario del río Tay.
Alimentada por las fantasías que me provocó La isla del tesoro, una novela de aventuras del escocés Robert Louis Stevenson, quien imaginó barcos, corsarios, mapas del tesoro, banderas negras y calaveras surcando los mares en busca de fortuna, con tan solo apreciar las acuarelas pintadas por su hijastro y tener un linaje aderezado con la historia de los faros de Escocia.
Pero también tras el mito de Robinson Crusoe, la historia del náufrago inglés creada por Daniel Defoe y basada en el marinero escocés Alexander Selkirk, rescatado en 1709 tras pasar más de cuatro años en una isla desierta en el archipiélago chileno de Juan Fernández.
Las tres tienen un componente de identidad con Escocia y yo tenía oportunidad de evocarlas frente a la vista del Discovery, el último barco de madera de tres mástiles levantado en el Reino Unido con el fin de explorar y cartografiar las costas antárticas.
Construida en el astillero de Dundee en 1900, esa insignia, que hoy fondea en las aguas de su bahía contaba con una máquina de vapor, una hélice, alcanzaba una velocidad de ocho nudos y las velas para propulsarse.
Su tripulación la formaban 47 hombres y con ellos llegó al continente más austral de la Tierra.
Un espacio localizado al sur, cubierto por un 98 por ciento de hielo y considerado el sitio más frío, seco, ventoso y con mayor altura media (más de dos mil metros sobre el nivel del mar) del Planeta.
La aventura polar de Scott ganó el sur en el año 1902 para investigar geográficamente un continente aún por explorar. Sus hallazgos científicos tuvieron gran repercusión en la época, con el descubrimiento de los valles secos de Mcmurdo y una colonia de pingüinos emperador en el Cabo Crozier.
Entre otros tantos hallazgos, la expedición británica llegó a la latitud 82 grados 17s, luego de algunas incursiones anteriores llevadas a cabo de 1839 a 1843 en el sector del mar de Ross de la Antártida.
La conquista definitiva del Polo Sur se le atribuye a una expedición noruega en 1911, pero, a pesar de ello, el discovery fue usado en una de las carreras más arriesgadas de entonces y, aunque no tocó su más extrema latitud, llegó al punto más al sur conocido hasta ese entonces.
Su hazaña fue catalogada de exitosa, pese a requerir una costosa misión para liberar el barco y su tripulación que quedaron durante dos años atrapados en el hielo.
Cuando por causas naturales pudo liberarse, la embarcación emprendió el viaje de regreso, llegando a costas británicas en 1904.
Desde entonces fue empleada como carguero, transportador de municiones y se usó para labores de exploración y fines científicos, antes de ser adquirida por la Fundación de Patrimonio de Dundee y trasladada a la bahía de Tay como punto de interés turístico.
El discovery fue el barco que llevó al Reino Unido a la Antártida y por eso su historia se inscribe dentro de aquella época dorada de las grandes expediciones en que se buscaba llegar a los lugares más recónditos del planeta.
Hoy está completamente restaurado y ambientado como en su primera gran expedición. Hay un museo donde a través de videos cortos de la época se cuenta cómo fueron los preparativos del viaje, los detalles de la expedición y los descubrimientos realizados.
Además de Dundee, la jornada por el nordeste de Escocia contempló una visita al castillo de Glamis, una fortaleza con añadidos posteriores convertida en casa señorial y donde tuvo lugar el nacimiento de la princesa Margarita.
Y, por último, una parada de acercamiento a Dunnottar, un emplazamiento en ruinas asentado sobre un precipicio rocoso en la costa, que fungía como un castillo en tiempos del medioevo.
Se dice que en los llamados siglos oscuros existió en el lugar una importante fortaleza con un papel decisivo en la historia de la nación, en tanto su estratégica posición servía para controlar las rutas del transporte marítimo hacia el norte.
Al hallarse situada sobre una terraza costera, desde allí se controlaban los movimientos terrestres que pasaban en una estrecha franja de terreno a los pies de la terraza en particular en la única ruta medieval costera hacia Aberdeen, a unos 30 minutos del sitio.
Dunnottar está rodeada por el mar del norte y se extiende a lo largo de un área rocosa de una hectárea de superficie y posee como único acceso un estrecho canal de tierra que lo conecta con tierra firme.
Y con esa visión de las ruinas sobre el acantilado cerré aquella jornada impresionante y evocadora. Con la vista perdida en ese peñasco, a merced de las embravecidas aguas del mar del norte y el viento batiendo sin tregua.
Un lugar muy hermoso al igual que la historia
Siempre tus relatos muy didácticos, cargados de historias datos e imágenes muy interesantes q para muchos nos ayudan a enriquecer nuestra cultura general.
Cómo siempre mi Estimada sisi todo lo que nos compartes es mágico ilustrativo e interesante Gracias por compartirnos esto dios te bendiga siempre
Que interesante historia Sissita . Esas vistas son hermosas y como a lo largo de los años conservan su belleza natural . Gracias por compartirnos .