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Intimando con un país de esencia celta.

  • Foto del escritor: Sissi Arencibia
    Sissi Arencibia
  • 12 dic 2024
  • 4 Min. de lectura


Caminé por el pasto verde lleno de tréboles para entender la verdadera esencia de Irlanda. Me dejé llevar por la magia de esa isla pequeña, con su encanto rural y una larga historia de celtas, vikingos y normandos; de arpas, flautas y leyendas.


Un país con un pasado antiguo y remoto que destila música por todas partes, venera a los poetas y trabaja la orfebrería.


Una nación que ha llegado a nosotros a través del libro de Kells, el Broche de Tara y el cáliz de Ardagh, entre los más importantes hallazgos de la cultura celta.


De ella parte su estructura como pueblo. De ese legado cuyo valor más relevante es un iluminado manuscrito –una versión de los cuatro evangelios celtas-, realizado por monjes hacia el año 800 y en el que cada trazo es una revelación.


De las habilidades altamente avanzadas mostradas en la elaboración de esas piezas icónicas del arte medieval, adornadas en piedras y metales preciosos y encontradas en un lugar milenario, considerado el asiento de los altos reyes de Irlanda.


Todo eso hace singular ese punto del mapa, lleno de encantamientos y almas atrapadas; de cisnes legendarios unidos por lazos de afecto, resultado de un hechizo que no se pudo deshacer.


Alimentado con leyendas como la del rey Arturo y el mago Merlín, este último haciendo la magia para que el primero pudiera nacer.


De historias contadas por druidas, que también alcanzan estos perímetros, los cuales moría por pisar desde que tengo conciencia.


Una tierra con un paisaje verde que corta el aliento, con unos megalitos de piedra que son un diamante para quien sabe ver y unas cruces que recuerdan la época en que los monasterios eran refugio de las artes y el aprendizaje.


Fue en ellos donde los monjes hicieron florecer la cultura en momentos en que Europa se desangraba por la redefinición de los límites, las tierras y el poder.


El arte fino y preciso de los copistas y su traducción de los textos sagrados en el medioevo, dio a Irlanda un alto testimonio de la validez de la historia humana.


Iba con todo eso en mente. A palpar una cultura monumental que se preservó intacta, sin tintes romanos. A narrar sobre ellos, pero siguiendo los pasos legendarios de sus héroes y respetando los mitos como parte fundamental de su narrativa histórica.


A encontrarme con los vestigios de un pueblo ancestral, con una religión surgida siglos antes del cristianismo, guiados en la adoración de sus dioses por sacerdotes llamados Druidas, que se movían en torno a los robles del bosque durante sus ceremonias.



Ellos eran los magos de los pueblos celtas, ejercían como jueces y eran los encargados de transmitir el saber y hacer prevalecer la memoria histórica.


Sus poderes venían de dominar los secretos de las plantas. También de conocer el valor de la sanación, la magia y los encantamientos que salían de ellas.


Esa especie de sacerdotes acudía a sus bosques para realizar ritos, abrazando esos árboles divinos, cultivando las propiedades del muérdago y la verbena, y transmitiendo ese saber en torno al fuego del caldero en las largas noches invernales de las tierras altas.


Una religión poderosa y antigua, con fundamento en la tradición oral, fusionada luego con el mensaje cristiano a la llegada de San Patricio en el siglo V, logrando niveles de aceptación, que son referentes para el mundo.


El mensaje evangelizador fue tejido de tal manera con las leyendas celtas que, a diferencia de muchos países, en Irlanda la religión pasó a ser fundamento, eje, y un pilar en su historia.


Fueron esas leyendas las que dieron vida a la nación. Ellas son la base e impronta de su cultura, a través del gaélico y el irlandés, lenguas originarias de la isla.



Para entenderlos hay que asomarse a esa ventana, sin la cual es imposible comprender el relato, porque la grandeza y el misterio de Irlanda parten de ahí: de su esencia celta, de su esplendor histórico.


Acercarse a Irlanda es intimar con personas llenas de símbolos, de música, de corazón y de vida.


Es recorrer un sitio que vive con los esplendores del día de San Patricio, de sus grandes desfiles engalanados con el verde del trébol, de las abadías donde ellos tuvieron su grandeza, de la literatura espléndida de James Joyce, Oscar Wilde y Bram Stoker.


Y al propio tiempo, un lugar con un espectro mágico que subyace en lo profundo y los llena de espíritus, de bosques, de historias de hadas, de duendes que emanan sabiduría y de las influencias de las ciudades que se asoman al mar.


De vistas de impacto y de piedras sagradas, las cuales hay que reverenciar.


Un territorio pequeño, pero con más historia que la que cabe en él.


Un país con gran cantidad de conocimientos, de literatura y de arte. Un punto minúsculo de la tierra, pero que desarrolló un nivel histórico muy grande.


Llegar a él fue revelador para mí. Algo curioso y mágico que por años recordaré. Una aventura especial, que avivó los recuerdos que alimentaron mi mente de niña.



 

 

3 comentarios


aidafuentes1942
aidafuentes1942
28 dic 2024

Detallada descripción. Te felicito. Aprendo mucho con tus escritos.

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estrehernandezfuentes
26 dic 2024

Bellísima Irlanda ,con una historia y cultura muy profundas, además de una hermosa naturaleza con paisajes q inspiran mucha tranquilidad , muy buena y completa esta exposición q nos trasmites.

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thaymy71
thaymy71
15 dic 2024

Que bonitos paisajes y como los describes lo hacen mas hermoso todavía .. De esos lugares pequenos necesitamos cada dia para reconocer las cosas verdaderamente importantes y tener encuentros cada vez mas cercanos a la esencia divina. Bien lindo Sissita . Gracias por compartirlo .

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Sobre este blog

Mis pasos han tenido la suerte de andar muchos caminos. Algunos con curvas que me hicieron caer; otros filosos en los que superé pruebas dolorosas y muchos gratificantes, que me llevaron a cumplir el sueño de explorar el mundo. Leer más.

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