Estambul es de esos puntos remotos que mis ojos querían sortear.
- Sissi Arencibia
- 26 ene 2023
- 3 Min. de lectura

Aunque siempre he volado adonde me lleve el espíritu, existían cimas que anhelaba rebasar, puntos remotos que mis ojos querían sortear. Navegar el Bósforo y llegar a Estambul, formaban parte de ese deseo.
Sentirme en el punto medio del Planeta, desde donde contemplas a Europa y a Asia de un lado y de otro, significaba para mí algo así como llegar a los picos azules que la inspiradora Jane Eyre miraba desde la ventana.
Esa mujer de mente extraordinaria, sin barreras, sin montañas que le oculten el “otro lado”, que fue creada dos siglos atrás por la novelista inglesa Charlotte Bronte, era el más ilustrativo ejemplo para describir hasta qué punto deseaba llegar ahí.

Estambul me reforzaba la idea de que nada puede detener al corazón que persevera. En mis sueños imaginé de mil formas distintas esa reluciente península en forma de cuerno que se internaba en la negrura del mar Mármara.
Visioné las luces de sus mezquitas y de ese canal que se convirtió en el alma de su comercio y le proporcionó dos costas, dos mundos y dos maneras de entender la vida.
Consciente de que siempre iría adonde me llevaran mis pasiones, llegué a esa ciudad con la auténtica visión que nace del interior, de ese navegar profundo por los mares intensos y de la memoria, que tiene tantos caprichos como el carácter.
La amada Estambul rodea el estrecho del Bósforo y está llena de encantos e influencias. Fue llamada Bizancio y Constantinopla antes de su nombre actual, por ser primero una colonia fundada por griegos en el año 667 antes de cristo y luego la capital del Imperio romano en el 330 después de cristo.

Es una ciudad colosal, capital de tres de los imperios más poderosos de la historia. Su impronta nace de la fusión de los dominios bizantino, romano y otomano, que la convirtieron en cuna de alfareros y comerciantes.
Acostumbrada a la gente que viene de todas partes, tiene el toque cosmopolita que trae el mar y abriga a sus visitantes con sus delicias, su café y su gente, imponente y con una personalidad que cautiva.
La ciudad tiene de todo, desde los mejores tés, pistachos y avellanas, hasta las mezclas más formidables de arquitectura.
Llena de bazares, especias, lanas, alfombras, y también de templos que llaman al rezo cinco veces al día, posee la influencia de diversas culturas que tomaron la ciudad e hicieron gala del poder en sus palacios y construcciones.

Su arte es un mosaico que mezcla valores de los persas, los romanos y los helénicos. Las pasarelas sobre el estrecho no solo han unido orillas, también dos continentes y dos formas de ver la vida.
El ser baluarte de Roma en épocas de Constantino hizo que los artistas la convirtieran en una de las ciudades más hermosas del mundo, que por demás estaba localizada en el centro de las rutas comerciales entre Asia y Europa.
En ella se comerciaban sedas, piedras preciosas y marfiles, por oro, granos, aceituna y vino.
Ese trasiego mercantil la convirtió en una ciudad muy rica, que proyecta ante el mundo lo relevante de un estrecho que divide el mundo y que sirvió de paso obligado a la navegación en la antigüedad.
En su apogeo, contó con algunos de los edificios más esplendorosos del mundo antiguo hasta que en 1204 fue saqueada por los cruzados y posteriormente conquistada por los otomanos.

A los turcos le debemos su nuevo nombre, sus mezquitas, sus minaretes, los azulejos en color azul, sus lámparas majestuosas y también -como en la totalidad del mundo musulmán- los interiores simples para el rezo.
La Mezquita Azul, única entre todas las de su tipo por contar con seis minaretes; la espléndida Basílica de Santa Sofía, relevante por su propio nombre y el palacio de Topkapi, residencia de los sultanes del imperio y famoso por sus joyas y porcelanas.

Justo por sus influencias y ese encanto singular que le debe mucho a su interesante historia, Estambul siempre estará entre los sueños de los grandes viajeros. Así ha sido y así será.
Su bazar de especias es uno de los mercados cubiertos más grandes del mundo. Tiene poco más de ochenta salas abovedadas divididas en cientos de tiendas, donde los vendedores locales pregonan especias, frutas, hierbas y delicias comestibles procedentes de todo el mundo.
Su entrada es un enorme portal de arco gótico y el camino es bordeado por toneles repletos de especies exóticas como el curry indio, el azafrán iraní, y el té de flores chino.
Tanto el bazar, con su peculiar colorido, como el famoso puente, que ayudó a comunicar las orillas del Cuerno de Oro, son los mejores lugares para iniciar la visita al país turco.

Sissita qué ciudad tan maravillosa Estambul y la cual me hubiera gustado conocer.
Tus comentarios son tan bien detallados que me parece estar dentro de esos Bazares. Cómo me gusta ese lugar con esas vistas espectaculares. Gracias por instruirme una vez más.
😍
❤️❤️❤️
Muy buena descripción de Estambul, muchas veces admirada por mi en las series y novelas que tanto me gustan
Cómo siempre mi sisi muy interesante e ilustrativo Gracias por compartir esto con nosotros te mando un abrazo muy grande