En Suiza siempre te mantienes mirando alto.

Una de las más curiosas experiencias que tuve en Suiza fue la de atravesar un puente colgante, que está suspendido entre dos cimas montañosas en el corazón de los Alpes.

Se trata de un puente metálico de unos 108 metros de largo, el primero y único de su tipo en el mundo, que fue abierto al público ocho años atrás y es hoy uno de los mayores atractivos de la estación de montaña Glacier 3000.

Atravesarlo es toda una aventura para muchos por el vértigo que provoca caminar sobre esas alturas. Su balanceo, acelerado por el viento y el movimiento de los visitantes, te da la sensación de estar caminando por el cielo.

Poder llegar al otro lado es sobrecogedor, no solo porque en la punta de la otra cima está la roja bandera ondeante contrastada con el azul del firmamento, sino porque desde ese sitio se alcanzan a ver los famosos picos alpinos.

Todo un mar de nieve se divisa desde allí, porque no puedes irte de ese país sin hacer contacto con la nieve y tener la perspectiva de sus elevadas formaciones. Aunque viajes en primavera, el país te reserva esa experiencia como una de las más vibrantes para que vires y cuentes cada detalle.

Los Alpes suizos son famosos por sus puentes y pasarelas, pero también son un destino popular para todos los fanáticos de los deportes de invierno.

La estación de esquí de Glacier 3000 es una de las más representativas de Suiza. Hay nueve pistas repartidas en 28 kilómetros, con diferentes niveles de dificultad y pendientes naturales adecuadamente acondicionadas para esta práctica.

El Parque de Nieve hace que siempre apuntes alto, en tanto las condiciones alpinas garantizan nieve suficiente y una increíble sensación de libertad que convierte al sitio en uno de los más ideales de toda la región.

Dicen los expertos que entre finales de octubre y principios de enero están garantizados allí los grandes movimientos y saltos de aquellos que hacen de esta práctica su deporte de invierno. No obstante, también los principiantes pueden encontrar algo que los haga feliz allí.

El ascenso a la estación de montaña es impresionante. Partes de una altura de mil 500 metros y llegas a los tres mil a bordo de un teleférico que hace una escala intermedia para que tu recrees el panorama sobre esas alturas.

Desde que lo abordas resulta una experiencia singular porque él te lleva a admirar las montañas invernales, las rocas, los picos y por último a vivir la experiencia de balancearte tímidamente sobre el puente suspendido, con el soplo del viento frío dando en tu cara.

Una vez arriba, todo depende y varía de acuerdo con la época de la visita, desde las vistas hasta las actividades que se pueden realizar en la cima. Pero vayas cuando vayas, siempre encontrarás nieve.

En épocas más frías se suman otras actividades, pero aparte de recorrer el puente, también puedes abordar la cabina para bajar al glaciar y una vez allí deslizarte en unos trineos tirados por huskies.

El tobogán, que desciende gran parte de la montaña a unos 40 kilómetros por hora, es uno de los grandes atractivos. Va por raíl, pero el circuito no puede eludir las curvas y un paisaje alucinante.

Esta estación es una de las más famosas de Suiza. El puente colgante es una atracción mundial y única. Es de esas experiencias diferentes que uno siempre añora tener. Su mirador es el completo de la perspectiva para despedirnos de ese lugar.

Porque justo desde allí tienes la visual de los picos de Matterhorn, el Nevado Mont Blanc y el famoso trío de los Alpes del Oberland bernés: Eiger, Mönch y la Jungfrau.

Para el lector común son solo nombres, pero para los conocedores de las cumbres y de las nieves perpetuas, estamos frente a respetables elevaciones que en Suiza siempre te mantienen mirando alto.