Hay muchos detalles que te hacen sentir que estás en El Cairo, una metrópoli de 20 millones de personas acostumbrada a los pitos desesperados, los vendedores ambulantes y los peatones que cruzan afanados por cualquier punto de la vía.
Caminar por sus calles es un verdadero caos, porque allí todo es intenso. Es un lugar que te asusta por su tráfico y su ritmo acelerado.
Mi recorrido partió de ahí, de constatar una ciudad llena de vida, definida por un constante ir y venir de su gente y gran diversidad étnica y religiosa.
Su gente se esfuerza por atenderte y brindarte una buena impresión del país. Aunque las invasiones han dejado huellas en el lenguaje y un legado de influencias, es una nación que mantiene con fuerza su esencia y su comida.
Miles de años confluyen en este lugar, donde la historia observa desafiante. Los bazares, como el del Khalili, te recuerdan las antigüedades que siempre quisiste, y su gente, amigos para la vida, nos abrieron sus brazos con una sonrisa despreocupada.
Un vistazo por la capital egipcia, la más grande de África y del mundo árabe, te lleva a tener contacto con las salas del museo de Arte, donde están representados cuatro imperios en piezas de cuatro escuelas de arte.
Allí están los sarcófagos, como el de Tutankamón, hay 6,200 objetos entre cofres, tronos, relieves y pertenencias de este faraón, cuyo nombre dio la vuelta al mundo luego que en las excavaciones en el valle de los reyes encontraran su tumba casi intacta.
Egipto es un país de paradojas. Te hace sentir pequeño, pero al propio tiempo te sientes grande por haber conquistado sus grandes espacios.
Te agita la intensidad de El Cairo, pero, para que no sea esa la impresión que te lleves, te guían luego por las aguas del Nilo para que te serenes con su grandeza y su calma.
La ciudad de los palacios faraónicos te completa la perspectiva. Luxor y el valle de los reyes terminan rindiéndote con la fuerza de sus monumentos. Los interiores, los grabados y todo lo que refleja el mundo de esta vasta cultura termina por absorberte.
En pequeños y grandes detalles se ve reflejado el espíritu de la nación. Es la tierra del papiro, una planta sagrada que crece como una vara larga con espigas y un tallo de forma triangular que semeja a una pirámide.
En la cultura popular, se dice que los egipcios se inspiraron en la forma del papiro para construir las pirámides, y que tiene mucho de simbolismo que estas estén mirando al sol. Su cultura gira en torno a estos dos elementos.
Ha pasado algún tiempo y pienso aún en ese viaje, en ese sitio que se hace notar al instante, donde el aire tiene un peso distinto al que estás acostumbrado de este lado del mar, y transporta olores que no puedes identificar bien, pero que son su esencia.
Un viaje que trajo amigos que me abrieron sus brazos, guías que nos hicieron sentir como de aquel lugar, gente común que sonreía desenfadada y se movía al sonido de los tambores, igual que nosotros los cubanos.
A medida que viajo he aprendido a disfrutar esas sensaciones. Tal vez no las sepa describir muy bien, pero sé que cada cual las lleva consigo. Leí que es algo que no identificas, pero cada lugar te acaricia de forma diferente.
Puede ser por el aroma a humo de madera o por la dulzura de algo que florece en los árboles. Lo cierto es que hasta el aspecto del sol es ligeramente diferente del que conoces.
Pero esas son expresiones de almas viajeras como yo, que se acercan al mundo con una perspectiva diferente y para las que la independencia es algo de gran valor. Personas que conectan y esa sencilla palabra lo dice todo.
Mi maleta siempre carga muchos recuerdos, muchos detalles, algunos apuntes y, sobre todo, una pasión desbordante para contar desde mis percepciones, cada uno de los mágicos momentos que pasé en este lugar.
Traje el escarabajo para mi hija Marian, ese talismán considerado el símbolo de Dios para ellos que le prometí cuando cumpliera el sueño de llegar a esta tierra legendaria que tantos sentimientos me inspiró a lo largo de los años.
Y finalmente aquí estoy escribiendo, porque la palabra tiene un poder increíble.
Al dar un punto final a esta crónica de viaje, tengo que volver a las sabias palabras que le fueron dichas al joven pastor andaluz de mis libros, que termina aprendiendo el idioma del desierto, que es, en fin, el idioma del mundo.
Aprende a respetar las señales del camino. Son esas pistas que muchas veces no tienen sentido las que nos llevan a algún lugar, las que nos abren las puertas a una gran aventura, ya sea humana o espiritual.
Sissita querida aunque un poco tarde mi comentario, puedo decirte que me he extasiado con tu detallada explicación del Cairo. Qué historias tan bonitas de ese país aunque tropelozas algunas, pero muy reconfortantes otros lugares. Cuánta cultura albergan esos países que has visitado. Me siento feliz que hayas podido realizar ese sueño. Te espero cada semana. Felicidades mi niña!!!!
Un lugar mágico, sin duda, entre lo nuevo y lo antiguo.
Qué hermoso conocer otras culturas, formas de pensar tan distintas...
Gracias por compartir un pedacito de cada lugar que visitas : )
Espectacular el realismo q muestras en tus descripciones es algo único q desde las primeras palabras nos activas el realismo mágico de nuestra mente y vemos con claridad el maravilloso pasado de de esa parte de la humanidad que quiso ser eterna. Una vez más gracias x tu impresionante forma de escribir y compartirnos con tanta nitidez la imagen de las maravillas a donde tus pasos te han llevado .
Muy interesante el Cairo debe ser genial visitar ciudades así
Interesante historia Sissita !!. Que regocijo debes sentir al vivir y compartir un pedacito de cada cultura .. es maravilloso !..y a la vez te aportan mucho a tu sentir y vivir . Que Dios te siga inspirando a escribirlas.