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Foto del escritorSissi Arencibia

El barrio de Belén recuerda el pasado navegante de Portugal.


Entrar al barrio portugués de Belén es situarnos en ese punto del país donde la historia se hace presente. Es volver la vista a las memorias de aquellos primeros navegantes que se hicieron a la mar porque para ellos el mundo no tenía fin.


Los movía una pasión difícil de explicar, un presentimiento que no se fundaba en las certezas del mundo hasta entonces, pero iban con la luz del saber y de sus desvelos, y eso bastó cuando les tocó convencer a los reyes del medioevo de sus teorías y planes.


Nada más pisé Lisboa reverencié esa entereza y cuando llegué a ese barrio agradecí callada las travesías en alta mar, las extensas expediciones, los esfuerzos de quienes navegaron perdidos buscando una ruta por el oeste que los llevara a las Indias.


No podía olvidar la circunnavegación de Magallanes intentando hallar el estrecho que lo sacara al Pacífico. Tampoco el arrojo del vasco Juan Sebastián Elcano completando aquella proeza que duró tres años en alta mar.


Estaba en la tierra de Enrique el Navegante y de Vasco Da Gama, quienes establecieron las rutas comerciales entre Portugal y la India.


Allí, surcando el río Tajo, están los símbolos que recuerdan aquellas grandes hazañas, los puntos que rememoran el pasado de conquistas y expansión marítima de esta nación, una de las más relevantes en esta materia en Europa.



A un lado y a otro, la Torre de Belén y el Monumento a los Navegantes descubren el camino marítimo que se abrió para dominar el comercio de las especias, esencial para conservar los alimentos y disfrazar el sabor de los mismos.


La torre es una fortaleza construida en el siglo XVI como defensa y puerto, ya que de ella partieron los exploradores portugueses para establecer el que sería el primer comercio europeo en la historia con China e India.


Su decorado exterior tiene las influencias islámicas y orientales que caracterizan el estilo manuelino, resultado de los viajes en ultramar. Es una de las vistas más espléndidas que tiene Lisboa y está inscrita en el Patrimonio de la Unesco desde 1983.


Parte de su belleza reside en los elementos naturalistas del decorado, adornado con cuerdas esculpidas en piedra, galerías abiertas, torres de vigilancia en estilo mozárabe y almenas en forma de escudo.



Compuesta por la torre y el baluarte, y construida sobre una roca basáltica saliente a poca distancia de la ribera, su estructura sobrevivió al terremoto histórico de Portugal en 1755 y era parte de un sistema de defensa triple conformado con el baluarte de Cascaes y el fuerte de San Sebastián.


El Monumento a los Descubrimientos, o a los Navegantes, como se le conoce, también se erige en el estuario del Tajo y es un conjunto escultórico de 52 metros de altura levantado en el siglo XX como recordatorio de ese tiempo.


Su diseño toma la forma de un barco como si fuera a iniciar viaje. En la proa va el infante Enrique, cerebro de la pasión marítima y artífice de la conquista de Ceuta en 1415.


La estructura se alzó en honor a los 500 años de la muerte de quien fue apodado El Navegante, recordado por su destacado papel en la política portuguesa y fundador de la escuela de Sagres, dedicada a la navegación y la cartografía.


No es de extrañar que esta figura encabece la proa del monumento toda vez que el infante impulsó expediciones como las de Madeira, Azores, Cabo Verde, Guinea, Río Senegal y Sierra Leona.


El conjunto tiene la forma de una carabela con el escudo de Portugal en los lados y la espada de la Dinastía de Avis sobre la entrada para recordar el reinado de esta casa real en Portugal entre 1385 y 1580.

Y ya en las dos filas descendientes de cada lado de la estructura se hace honor a los personajes portugueses ligados a la llamada era de los descubrimientos, entre navegantes, cartógrafos y reyes.


Todos los que tuvieron un peso en la apertura de los caminos del mar en Portugal son recordados allí.


Y para completar la perspectiva de Belém, el tercer atractivo es el Monasterio de los Jerónimos, construido después de la llegada a Portugal del Comandante Vasco Da Gama y cuyos restos descansan allí.


El complejo, diseñado en estilo manuelino, se levantó para conmemorar el afortunado regreso de la India del navegante, quien inició oficialmente el comercio de especias orientales, y derivado del cual salieron los fondos para su construcción.


Con él se reemplazó a una pequeña ermita que se ubicaba en el lugar y en cuyas estancias los monjes de la Orden de Cristo daban asistencia espiritual a los marineros en su camino.

Su rica ornamentación arquitectónica con temas escultóricos que incorporan elementos marítimos y objetos descubiertos durante las expediciones, esculpidas en caliza, hace de este sitio una pieza singular en la historia y la cultura de Portugal.


Junto a la Torre de Belén y el Monumento a los Descubrimientos, el Monasterio representa una pieza clave para entender esa época en la que la mayor parte del mundo era desconocida.


Los tres están llenos de historia y espiritualidad. Son de los más destacados atractivos de Lisboa y se levantaron sin abandonar la vista del Tajo, un afluente que es responsable de su florecimiento comercial, cultural y urbanístico, convirtiéndola en uno de los núcleos de referencia del Atlántico Norte.















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3 Comments


aidafuentes1942
aidafuentes1942
Aug 29, 2023

Muy interesante esas explicaciones que nos hacen conocer esos lugares importantes que existen en el mundo y desconocidos para mi.

Sin ti no sería posible.

Gracias por deleitarnos cada semana.

😘❤️😘

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estrehernandezfuentes
Aug 29, 2023

Como siempre espectacular, super interesante , muy bien explicado cada detalle de este lugar cargado de historias, un gusto conocer lugares como este gracias a tus habilidades para describir y narrar tus experiencias .

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Joaquin Uscanga
Joaquin Uscanga
Aug 25, 2023

Amiga mía cómo siempre súper entretenido e ilustrativo Gracias por compartir con nosotros estos hermosos viajes qué haces dios te bendiga siempre

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