Cuando llegué a tierras balcánicas me acordé de la expedición de Jasón.
- Sissi Arencibia
- 5 sept 2024
- 3 Min. de lectura

Mi alma habitó muchos lugares desde siempre. Crecí escuchando y leyendo relatos disímiles, historias legendarias de caballos alados, de cuernos de minotauros y de mundos imaginarios creados por la mente de Alicia.
Volé con su imaginación y de su mano solía traspasar su espejo, hasta caer por el agujero para también yo encontrar ese mundo peculiar poblado por humanos y criaturas antropomórficas de su país de maravillas.

Jugar con la lógica a través de personajes como Conejo Blanco, el Sombrerero, la Oruga azul o el Gato, alimentó mi baúl personal e hizo que este siempre estuviera cargado de historias fantásticas.
Una y mil anécdotas poblaron mi mundo de adolescente. Gracias a ellas pude estar en muchos lados al mismo tiempo y cuando de grande pude llegar a esos sitios, sentí que eran realidades familiares que llenaban de magia mi viaje.

Una de ellas fue la cruzada de Jasón y los argonautas que se lanzaron en la búsqueda del Vellocino de Oro con una nave de 50 remos desafiando los grandes mares.
Su mito es posiblemente una de las historias más famosas de la mitología griega, que yo tuve oportunidad de revivir cuando me acerqué a tierras balcánicas, una ruta por donde aquella valiente tripulación se lanzó a la aventura.

Argo fue el navío con el que Jasón llegó a los confines del mundo conocido para recuperar la piel dorada de un carnero mágico que tenía el poder de volar y, de esa manera, hacerse con el trono de Yolcos.
Aquella era una búsqueda legendaria que muchos héroes no pudieron completar, porque la piel –que el mundo conocería con el nombre de vellocino de oro- estaba colocada sobre una encina y custodiada por un dragón que nunca dormía.
De tal suerte que cuando llegué a La Tracia, perteneciente a lo que es hoy Bulgaria, me acordé de la expedición de Jasón. Esa antigua región bañada por los mares Egeo, Negro y Mármara, fue el cruce de caminos de las redes culturales de Oriente y Occidente.

Allí vivíó Fineo, el ciego que recibió el don de la profecía de parte de Apolo.
Por predecir con exactitud el futuro de los hombres, fue castigado a pasar hambre bajo la vigilancia de las harpías, unos monstruos voladores con figura femenina que lo atormentaban día y noche, robándole los alimentos.

Cuenta la leyenda que en su desesperación prometió a Jasón proporcionarle la ruta para llegar a la Cólquida (en el Caúcaso) si lo libraba de aquellos seres. El joven y sus argonautas acabaron con aquella maldición.
El camino hacia el Mar Negro era un trayecto peligroso. Debían llegar hasta el Bósforo y cruzar unos enormes peñascos que aplastaban a todo barco que intentase cruzarlo. En el periplo pasaron toda suerte de vicisitudes con sirenas, gigantes y cíclopes.
Traer al pensamiento ese valor histórico es lo más emotivo de mis travesías. Ellas me permiten conectar y eso es una bendición que me regala esa fuerza mayor, presente en nuestras vidas, para que yo aderece mis semblanzas e integre el conocimiento aprendido.

Las pruebas de Jasón consideraron derrotar un dragón en el reino de la actual Eslovenia, un país que está en el perímetro balcánico y donde ese animal es mítico.
Por eso, de muchas formas posibles, sabía que el viaje por los Balcanes sería mágico y conmovedor.
Aquella geografía tan diversa y hermosa hacía que la memoria se avivara, dando al mito de la antigua Grecia la relevancia de lo que pasa un héroe cuando se propone alcanzar algo que es valioso para todos a su alrededor.

Jasón era la representación del arquetipo del viajero. De esos muchos que hablaban mis libros y que hicieron que mi interés por el mundo creciera a extremos impresionantes.
Su llamado a la aventura representa el inicio de un viaje épico lleno de peligros y desafíos que, presumiblemente, refleja las expediciones llevadas a cabo por la civilización micénica en el siglo XIII a.c, cuando exploraron las tierras al este del mundo griego.
El mito del vellocino simboliza la lucha por alcanzar un objetivo valioso y el coraje para enfrentar los obstáculos que se presentan en el camino.
Además de la búsqueda del conocimiento y la superación de pruebas y desafíos, fue la primera expedición que se hace para buscar un tesoro.

Cuando me acerqué a ese territorio que se adentra en el Adriático y por donde pasó toda la historia de Europa, sabía que habría algo grato en escribir las primeras palabras de este viaje.
Nunca se puede saber adónde te llevarán. Pero las mías me trajeron hasta aquí. Al lugar del que no se puede hablar sin ir y venir en el tiempo y a la historia de Jasón, el héroe griego para quien no había imposibles.
Siempre es motivadora e interesante la lectura d cada página q publicas ,su contenido a parte de mostrar la belleza de cada lugar , nos deja enseñanzas siempre útiles ,además de revivir personajes y hechos q forman parte d la realidad y fantasías dentro la historia del mundo.