La transformación verdadera ocurre cuando eres consciente que cualquier proceso de cambio puede convertirse en algo disfrutable, capaz de respetar los tiempos naturales y con los aires calmos de una intención alejada de conflictos y estrés.
En la experiencia humana llegar a ese punto es haber pasado a un siguiente nivel. En lo personal es saber cómo continúa el viaje, es tener transitado un camino, donde diste mucho, nutriste a muchos, pero pasaste a elegirte a ti y a tu enfoque personal.
Cuando te alineas a tu propio crecimiento, decides cuidar el campo energético, porque ya no quieres que nada permee la línea que has trazado para ti.
Sabes que en esta etapa los aprendizajes vienen de manera natural. No permites imposiciones, ni consientes que alguien invada ese espacio y lo colme de caos y ansiedad. Descubres con más facilidad que antes la falta de intenciones reales en los demás.
He caminado mucho para llegar hasta este momento, donde percibes señales más claras, purificas la tierra y puedes ver cómo algunas plantas necesitan quedar fuera de ese jardín que has sembrado.
Esta es una etapa en que te da risa la experiencia de cambiar. En que ya no buscas en otros, ni en ningún lugar fuera de ti, en que empiezas a ver simples las cosas a las que en un momento les diste demasiada importancia.
Alguien por quien siento un afecto especial me regaló un libro por estos días para que me sirviera de guía en los momentos de dudas.
Me agradecía por “ser una especie de oráculo en su vida” y me instaba a abrirlo, cuando lo considerara prudente.
Entre los muchos mensajes del libro, el cual invita a conectarte a través de cada una de las palabras, el que a mí llegó una vez que lo abrí me hizo reflexionar. Decidí dedicarme ese momento y también compartirlo.
Decía que “entre más dura y dolorosa sea la prueba, más grande y hermoso será tu regalo”.
Aquello me agradó y seguí leyendo. Te exhortaba a no buscar en otros, ni en ningún lugar fuera de ti. Que aquello que la vida nos había otorgado como dones está adherido a nuestro ser desde el origen.
Sonreí mientras mi vista seguía fija en aquella página, porque ya había identificado esos dones y el texto hacía énfasis en la necesidad de descubrir esos regalos, amarlos, desarrollarlos, gozarlos y entregarlos al mundo bendiciéndolo con ellos.
Me quedé quieta unos instantes, porque esa era una señal para el día y con el tiempo he aprendido a respetarlas.
El texto recomendaba dónde encontrar esos regalos, recordándome lo que me gustaba hacer de niña y demás, pero terminaba argumentando que muchos de ellos vendrían a través de los desafíos de la vida.
Y justo por esos desafíos, en los que hay siempre un regalo escondido, es que estoy escribiendo esta semblanza.
Las pruebas del camino me enseñaron lecciones sabias. Tengo que decir que me dieron las herramientas para retirarme en paz del drama, liberar, poner un punto cuando la situación perturbara mi interior y pensar cómo quitarme cualquier exceso energético.
Las experiencias me ayudaron a poner filtros y soy consciente de ello. A ser directa con quienes viví una experiencia intensa, a poner pausa a lo que siento tóxico y a experimentar la vida fuera de estas energías.
El salto fue abismal. Aunque todavía me esfuerzo por superar algunas situaciones, salgo más rápido de ellas. Puedo percibir la diferencia de un momento y otro y por eso abrazo el cambio como algo transformador y sumamente benefactor.
Tengo que decir que la naturaleza de mi realidad ha cambiado para avanzar desde que marqué la meta y el objetivo. Hoy percibo cómo se mueve cada fibra de mí cuando hablo de planes, de pasiones, de deseos, de sueños.
Entendí que el camino elegido no siempre tiene que ser comprendido por alguien más. Dejar aclarada esa parte en mi propio interior, significó mucho. Eso, y negarme a ceder mi energía a lo que desean otros, fueron poderosas lecciones de vida.
Hoy me permito hablar de ello porque sé que en todo ese proceso fue vital decidir mi vida de acuerdo con lo que sentía. Eso e ir más allá del límite son regalos que terminé apreciando.
Aunque me costó, comprendí que no hay que intentar cambiar a otros, sino que ese cambio debe venir de ti, de aquello que dices y proyectas.
Trabajar con mi sombra, con los miedos, con lo que me estresaba y me fraccionaba mental y espiritualmente, me dio más razones para ser consciente e intentar solucionar desde mí, sin tener que entrar en una batalla.
Cuesta asimilar todo. Lleva tiempo comprender que tu sombra no es mala, es solo una especie de poder que proyecta algo que puedes moldear. Es la ausencia de luz, sí, pero puede convertirse en tu mayor virtud pues casi siempre esconde detrás algo impactante, si la sabes trabajar.
Cambiarse uno mismo es lo más sabio que se puede hacer. Entender que el tránsito por la vida requiere de compromiso y alineación, hace que tu fuego permanezca encendido y que la semilla germine en suelo fértil.
Cuando entré de lleno en este proceso, elegí empezar desde la base con la energía, las decisiones y las personas que no puedes soltar. Me permití fallar para avanzar, valorar las cosas que tengo, aprovechar más el presente, y con ello abrí nuevas brechas.
Hoy soy consciente que si algo necesitas preguntarte a cada instante es el momento en que perdiste la emoción por la lluvia, el pasto, o el sol. Si no has perdido esas gracias o estas en el proceso de considerar esos regalos de la vida, entonces puedes decir que el universo se mantiene escuchando tu frecuencia.
Muy buena reflexión, no todos logran poder dar el salto y permitir abrazar el cambio q se necesita en determinados momentos d la vida y lograr la meta q te propones para hacer más bonita y sana la vida , este artículo es toda una buena clase de como lograrlo.